Se intenta demostrar neurológicamente que, en las personas dotadas de sinestesia, existen conexiones reales entre las áreas auditivas y visuales, o las áreas cerebrales del gusto y el olor.
Una empresa especializada se hará cargo de su fabricación en un modelo portátil, con un sensor que el niño llevará en un dedo con el que tocará el objeto del que quiere saber su color, y una pulsera, con el ordenador que transformará el color en un sonido.
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