Uno de cada cuatro ordenadores conectados a Internet en todo el mundo podría formar parte de una de estas redes. Los cibercriminales utilizan las ‘botnets’ para controlar ordenadores ajenos y utilizarlos en sus delitos.
Sin embargo, la magnitud de su daño contrasta con lo fácil y económica que resulta su adquisición, al alcance de cualquier usuario a través de Internet.
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